sábado, 10 de enero de 2009

CAZA DEL JABALÍ AL ACECHO


La selección de la técnica depende del tipo de terreno, la cantidad de cazadores, la participación de perros, las leyes del país y las preferencias personales del cazador.
Un animal como éste no llega a grande por descuidado. Cuando la cacería es uno a uno, las mejores chances para abatirlo las otorgará un buen aguardo, montado como corresponde.
Dejaremos aquí de lado las técnicas de caza corporativas tales como las batidas y aquellas en las que se emplean perros de rastro y agarre y concentrémonos en los lances en las cuales el cazador enfrenta a solas a su presa.
El acecho, aguardo o emboscada, la más común de las técnicas requiere paciencia, resistencia a las inclemencias climáticas y, por sobre todas las cosas, no es para personalidades ansiosas.
La caza con perros y cuchillo o con armas de fuego exige coraje, habilidad en el manejo del cuchillo y un buen estado físico, además de tener sólidas nociones de equitación en los casos en que se emplea caballería, mientras que el rececho, la forma menos común de cazar suidos, demanda astucia, conocimiento y persistencia. A pesar de sus diferencias todas ellas poseen algo en común; son apasionantes.
El acecho, el tópico que nos preocupa hoy, consiste en algo más que apostarse en el primer lugar de nuestro agrado, esperando que la suerte nos regale un padrillo de aquellos. Aguardar exige del cazador saber como, cuando y dónde apostarse, y en particular como sobrevivir las condiciones del aguardo, que puede ser prolongado, en ocasiones bajo condiciones climáticas adversas.
No cualquier lugar es bueno para armar un apostadero. Hacerlo, por simple que parezca, tiene sus secretos. No menos importante es el poseer una noción cabal de cuando y hasta cuando apostarse. A esto se le suma el hecho de que el jabalí es capaz de desplegar una asombrosa cantidad de trucos para evitar caer en una emboscada, trucos y mañas que el cazador debe conocer para poder anticipar sus movimientos y evitar el esquinazo.

USANZAS Y MODALES DEL JABALÍ.
Comencemos analizando el comportamiento de nuestro invitado de honor, el jabalí, responsable por más de una noche de frío y ansiedad en tierras inhospitas.
Basados en su comportamiento, intentaremos diseñar una estrategia de caza coherente.
Clásico cebadero montado con maíz sobre una pequeña charca. El apostadero sobre uno de los árboles en el fondo es apenas perceptible.
Sus scrofa, jabalí, macareno, guarro, puerco, jabalín o simplemente chancho, como se lo conoce en distintas latitudes, es un animal lleno de virtudes. Entre las más notorias tenemos las siguientes; taimado, rencoroso, paciente, audaz, ágil, tozudo, inteligente, valiente y desconfiado, pero por sobre todas las cosas, con un olfato y oído como para hacer palidecer los nuestros. De lo único que carece es de una visión nocturna de águila, pero se supone que la diurna no es tan mala como se suele decir.
Su hábitat preferido es el de los montes bajos, de hojas caducas, achaparrados sucios por debajo. En este lugar el jabalí es rey, pero no desprecia otras áreas inaccesibles y de poca o ninguna densidad humana como los bajíos y cangrejales, donde se alimenta de bulbos de plantas acuáticas, crustáceos y peces.
En este tipo de territorios encuentra protección durante el día, al igual que comida. Si dentro del monte existen fuentes de agua es probable que el animal nunca abandone el lugar. Si lo hace será de noche, y sólo por motivos valederos para él como comer, beber, asearse en un revolcadero ó por la presencia de una hembra en celo. Estos dos datos deben de ser tenidos muy en cuenta, ya que forman los pilares de la estrategia de la caza de acecho.
El peso del jabalí en Argentina no supera los 120 kilogramos, que es el peso máximo de sus antecesores españoles, de dónde deriva. El peso promedio de un macho puro y bien desarrollado ronda los 90 kilogramos. Cuando el limite superior es excedido significa que probablemente no estamos en presencia de un animal puro, si no de un mestizo producto de la cruza con cerdo domestico, lo cual ocurre con frecuencia, y que se conocen con el nombre de Sus Scrofa Domestica.
Estos animales son comunes en el área de la costa bonaerense de la Bahía de San Borombón, por lo que se los denomina chanchos costeros, y tambien en la zona de Gualeguaychu, Entre Ríos, pero se los puede hallar en casi todo el territorio argentino y han sido reportados ya hasta el otro lado de la frontera con Brasil. Suelen alcanzar verdaderos records de peso y tamaño de defensas, superando los doscientos kilogramos, pero es casualmente ese peso, y los colores anormales de su pelaje, que puede presentarse hasta con manchas, lo que delata su origen mestizo.

HÁBITOS DE ALIMENTACIÓN.
El jabalí es un verdadero omnívoro capaz de ingerir raíces, bulbos, frutas de cualquier tipo, granos de trigo, maíz, cebada y avena, hortalizas y otros animales, vivos o muertos, incluyendo insectos, víboras, peces y crustáceos.
Esto debe de ser tenido en cuenta en todo momento, ya que todos aquellos lugares donde se encuentren estos potenciales alimentos son aptos para montar un acecho.
Apostadero aéreo rústico apto para cérvidos y suidos. Las paredes laterales son importantes para ofrecer alguna seguridad al cazador, y para minimizar sus movimientos.
La evolución del color de pelambre del jabalí es la siguiente. Hasta los seis meses de edad presentan un color rojizo a rayas blancas, color del cual deriva el nombre de rayones. Luego sus cerdas se van tornando rojizas, y al año pasan a ser lo que se conoce como bermejos. De allí en mas su pelambre comienza a tornarse mas obscura hasta alcanzar su color definitivo que puede ser negro, marrón obscuro, gris con la punta de las cerdas mas claras o de una tonalidad color canela. En todos los casos las cerdas del lomo son mas obscuras que las del resto del cuerpo.
El diseño anatómico del jabalí le da la apariencia de un robusto cilindro de punta cónica montado sobre cuatro fuertes y cortas patas, con un poderoso tren delantero y anchos hombros, rematado por una aguda jeta. Todo el conjunto se halla recubierto de una piel gruesa y resistente en comparación al tamaño y peso del animal.
La mayoría de los cazadores tiende a pensar que el jabalí presenta una resistencia anormal al impacto, lo cual es un error. Sí bien los machos presentan un engrosamiento de la piel en la zona pectoral, del cuello y de los hombros, el mismo es incapaz de oponer una resistencia coherente a cualquier proyectil moderno. El jabalí esta considerado desde el punto de la caza mayor como un miembro mas del grupo de los animales de piel blanda y no peligrosos.
Si bien este adefesio de la naturaleza nunca ganará premio alguno en concursos de belleza, su extravagante diseño es muy conveniente para lograr un desplazamiento rápido dentro de lugares sucios. Cuando es necesario cubrir terreno sucio rápidamente, el jabalí simplemente busca los matorrales más densos y si es posible con espinas, apunta hacia delante y horada una túnel, dejando atrás, cansado y malherido, a cualquier perseguidor, ventaja que emplea sabiamente buscando las zonas más impenetrables para residir. Por ello, y porque rara vez se deja ver durante el día, intentar atraparlo al rececho, o de a pié y sin perros en estos lugares tiene un destino incierto, por no decir que es una pérdida de tiempo.
El jabalí tiende a desplazarse siempre bajo cobertura y con las sombras. Su estrategia consiste en moverse despacio, utilizando en todo momento el viento para detectar el peligro, y con su oído funcionando en el máximo grado de alerta. En estos dos sentidos esta basado su sistema de detección del peligro, ya que si bien su visión diurna no es mala, la nocturna deja mucho que desear.
Siempre se dijo que los suidos poseen una mala visión. Ultimamente se ha cuestionando esta idea, y se piensa que la visión diurna de estos animales puede ser similar a la del humano.
Esta estrategia de detección del peligro y evasión, si bien altamente efectiva, presenta puntos vulnerables; el hambre y/ó el deseo sexual, y el hecho de que el jabalí depende de la emisión de olores ó sonidos por parte de sus enemigos para poder detectarlos. Y estas fisuras son las que se pueden aprovechar a favor. Pero para ello es preciso poder atraerlo hacia un lugar abierto utilizando algún señuelo, donde la ventaja visual esté de lado del cazador, apostándose fuera del alcance de su olfato y oído.

CEBADEROS Y SEÑUELOS.
Para lograr sacar al jabalí de su escondite se le puede tentar con comida, bebida ó sexo, aunque un buen baño de lodo con gasoil, aceite quemado o algún insecticida, da buenos resultados, aunque no en cualquier época del año o lugar.
Que la piel del jabalí no es muy resistente a la penetración lo demuestra el animal de la fotografía, obtenido con un .44 Magnum a 50 metros, donde su energía ya está seriamente disminuida, aún sí se la compara con la de un .243 Winchester.
Con referencia a éste último método, el empleo de insecticidas o sustancias irritantes cómo el gasoil, funciona mejor en aquellos territorios cálidos infestados por parásitos de la piel, y cuando los animales se ven más afectados por las pulgas y otros insectos, esto es al comienzo de la primavera, que es cuando las larvas hacen eclosión.
La técnica consiste en simplemente arrojar el elemento escogido y mezclarlo con agua y tierra, preferentemente cerca de algún comedero o fuente de agua, aunque lo suficientemente retirado como para no contaminarlos.
El señuelo, sea cual fuera el elegido, debe de estar ubicado en lugar abierto que puede ser cerca ó dentro del monte. El jabalí que se sabe perseguido no es animal de praderas abiertas. Ese mismo lugar debe dejarnos espacio como para montar un apostadero a una distancia variable entre 40 y 100 metros, de manera que le resulte difícil ventearnos o escucharnos. Por esto la locación escogida debe de contemplar la dirección del viento y en lo posible estar sobre elevada.
El señuelo empleado más frecuentemente es la comida. Esto puede ser desde granos de maíz hasta la carcasa de un animal muerto. De estos dos, el maíz es el más práctico y no requiere de un período de "estacionamiento" como ocurre con la carne, además de ser más fácil de manipular.
Montar un cebadero con éste elemento es sencillo. Con una pala de puntear se hacen ocho o diez pozos formando un semicírculo frente al apostadero. Los mismos estarán separados por un metro entre sí, lo cual obliga a los animales a separarse sin son muchos, o a recorrerlos de uno en uno si es un padrillo solitario.
En cualquiera de las dos circunstancias, lo que se busca es un mayor tiempo de exposición por parte de los animales a nuestra mira, además de obligarlos a presentarnos distintos ángulos de tiro y diferentes condiciones de luz. La intención es simplificar al cazador la elección de la presa y el proceso de puntería.
Una vez hecho el pozo, de una treinta a cuarenta centímetros de profundidad se arroja un puñado de maíz dentro del mismo y se lo cubre con la tierra extraída. Durante la construcción del cebadero hay que recordar de no dejar colillas de cigarrillos en los alrededores, evitar hacer ruido y de alimentar estos cebaderos diariamente, hasta que los animales comiencen a utilizarlos.
Estos tres puntos son de importancia, en especial el último. Armar un cebadero nuevo y apostarse esa misma noche a cazar, es una excelente receta para el fracaso. Es necesario darle tiempo al animal para descubrir el tesoro y acostumbrarse a visitarlo entrando sin recelo.
Antes de que nuestro desconfiado amigo comience a comer con regularidad en el lugar, lo investigará a fondo, desde lejos y sin mostrarse, para estar seguro de que no hay trampas. Y esto puede tomar su tiempo. No hay que olvidar que sus scrofa es desconfiado.
Pero una vez que lo ha comenzado a visitar, se puede contar con su puntual asistencia. Si hay algo que el jabalí tiene es una buena memoria. Una vez que encontró comida, no olvidará el lugar. Y esa gran memoria es la oportunidad del cazador y la desgracia del macareno. Pero aún conociendo el emplazamiento de la comida, por el sólo hecho de encontrarse la misma en un espacio abierto hay ciertas reglas que no quebrará.

COMO SOBREVIVIR APOSTADO


Investirse de aguardista no es difícil, pero recuerde que sí no sabe lidiar con las inclemencias climatológicas, los insectos y los altibajos del alma durante esas largas horas de espera, no hay forma que pueda soportar sin desanimarse el tiempo necesario para que la presa haga su entrada.

No todos los aguardos son nocturnos, de 12 horas de duración y bajo condiciones difíciles de soportar. Ciertos aguardos se pueden llevar a cabo con luz y condiciones ambientales agradables, como ocurre con los que se llevan a cabo con los ciervos en algunas partes del mundo, que por su cercanía a la línea del Ecuador terrestre se realizan en circunstancias bastantes benignas. Por contraposición, cuanto más lejos se halle de éste hito geográfico peores serán las condiciones de espera, incluyendo a los mosquitos.
La mayoría de los aguardos, sobre todo los que se hacen al jabalí y al puma de noche, los que se hacen con los ciervos llevados a cabo desde antes del amanecer, y a los osos en primavera, pueden ser crudos, y en el 99% de los casos lo son.
Una cosa es acechar por ratos y de día, y otra muy diferente es hacerlo durante toda la noche, mientras Febo calienta el lado opuesto del globo terráqueo y uno se halla a un par de grados de latitud Norte o Sur de alguno de los extremos del mundo. Y es ese tipo de aguardo es el que hay que saber como sobrevivir.
El acecho nocturno está específicamente dirigido al jabalí, los diferentes felinos como el puma y el tigre, y ocasionalmente puede ofrecernos algún venado. Esto no significa que en algunas oportunidades no se nos regale una de estas especies a plena luz, pero es la excepción.
El aguardo diurno es casi una exclusividad para el acecho de cérvidos y el oso, aunque el pecarí y el facocero también pueden ser cazados de ésta forma dónde la técnica sea considerada legal. De todos modos, las características y diferencias específicas de ambos estilos han sido tratadas en el artículo sobre los apostaderos, de manera que no volveremos sobre el tema aquí.
Lo que nos interesa hoy es específicamente cómo soportar y sobrevivir las inclemencias del tiempo, los insectos, el hambre y el tedio durante esas largas horas de espera.
Desde el punto de vista de las temperaturas a soportar, los dos extremos se hallan presentes, representados por calor agobiante y el frío polar.
APOSTÁNDOSE EN CLIMAS CALUROSOS.
La cacería bajo condiciones de calor y humedad alta se dan particularmente en el aguardo de cérvidos en regiones pantanosas cómo en los estados de Georgia y Carolina de Sur en los Estados Unidos, o las selvas tropicales de Sudamérica.
Estas cacerías se llevan a cabo desde antes de la salida del sol, hasta dos horas después de la misma, y desde dos horas antes de la caída del sol hasta su puesta. Los horarios coinciden con los de máxima actividad de los mosquitos, los cuales son el gran inconveniente con el cual hay que lidiar. La temperatura, por alta que sea, es siempre manejable.
En el pasado el problema se resolvía a medias con la ayuda de repelentes químicos, ya que en ocasiones ni aún con su ayuda era posible escapar del tormento de los insectos.
El problema de los repelentes es su característico olor, que puede ser detectado desde lejos por los animales, con las lógicas consecuencias. La única forma de evitar los resultados desastrosos es trepando lo más alto posible en un árbol, lo cual a menudo no resulta factible o conveniente.
En la actualidad con las prendas para mosquitos que impiden en forma absoluta su paso, y que además resultan sumamente frescas, el problema está resuelto en un 100%, y para total satisfacción de los cazadores.
Quizá el único inconveniente de estas prendas sea su elevado costo, ya que un traje completo, incluyendo guantes y protector facial ronda los 500 dólares americanos. Considerando el servicio que presta esta indumentaria, el cazador asiduo puede considerarlo como una ganga.
SOBREVIVIENDO AL FRÍO.
El extremo opuesto a estas condiciones de cacería lo representa el aguardo nocturno que se practica en ciertos países de Europa, y particularmente el que se lleva a cabo en el sur del continente americano, como en el caso de Argentina, y los aguardos a cérvidos en los extremos del día que se realizan en la parte norte del continente Americano.
En Europa, las condiciones del aguardo suelen ser más civilizadas, y no es infrecuente encontrarnos con casillas provistas hasta con calefacción. En América del Norte, donde la casilla no es de uso frecuente, la facilidad para obtener prendas especialmente diseñadas para estas contingencias hace que el acecho haya perdido parte de su brutal rigurosidad original.
En Argentina, mi país, la cuestión es diferente. Tierra dónde aún el concepto de que la caza al acecho es para machos (¿...?), y de que solamente las cosas que cuestan y duelen valen la pena, filosofía a la cual se le suman problemas como el de no poder obtener prendas de abrigo de calidad, y donde el aguardo suele ser al descampado, el acecho no es para cualquiera. Supongo que con el tiempo, y a fuerza de quedarnos tiesos por neumonías e infartos masivos iremos dejando de lado éste estúpido concepto machista.
Cualquier sea la situación, el aguardo nocturno más frecuente se asocia con el frío y el jabalí, y esto se debe a las leyes que gobiernan a los diferentes países donde la especie abunda, que permiten la caza después de la caída del sol, y por las costumbres de estos animales, que solamente se presentan a campo abierto durante la queda.
Para entender el concepto de frío no basta con citar una cifra en grados. Una cosa son menos 20 grados Centígrados durante el día y caminando, y otra muy diferente es soportar esas mismas temperaturas durante la noche y por largas horas, permaneciendo absolutamente inmóvil.
Par sobrevivir esas condiciones es necesario poseer ropa adecuada, saber como vestirse para conservar el calor, aportar calorías mediante una ingesta calculada y hasta emplear pequeños calefactores personales. Subsistir en el frío es una técnica cuyo desconocimiento se paga caro.
LA ROPA PARA EL ACECHO.
La clave para mantenerse confortable durante el acecho está conformada por una tríada de letras A: Abrigo, Alimentación y Amparo.
Comencemos por el abrigo.
Uno de los secretos para sobrevivir el frío y la inmovilidad es vestirse en capas, y atrapar entre ellas al aire existente para calentarlo y utilizarlo como aislante térmico.
El otro secreto de la ropa es que la misma debe de ser permeable a la humedad generada por evaporación de agua en la superficie del cuerpo, permitiendo su salida, pero impermeable al paso del agua desde afuera hacia adentro.
La región más importante del cuerpo humano a mantener caliente es el tórax, ya que es la que contiene la mayor concentración de sangre, elemento destinado a la distribución del calor corporal. Éste concepto es muy importante, particularmente en situaciones límite como durante el aguardo nocturno invernal.
La primera capa de ropa, conocida como ropa interior, y que va adosada al cuerpo, puede estar constituida por una camiseta y un pantalón de cualquier tela que presente una mezcla de fibras sintéticas, o simplemente ser de seda. Lo que no debe emplearse es el algodón, pues absorbe la humedad, la condensa y luego al enfriarse la misma produce frío.
La segunda capa puede estar provista por una camisa y pantalón de franela, o por las mismas prendas fabricadas en polar.
Por encima de esto uno puede colocarse alguna sweater de lana y un segundo par de pantalones de abrigo, o simplemente un overall similar a los de vuelo, que son de abrigo. Estas prendas se venden las tiendas de deportes y vienen en diferentes colores o camufladas.
La protección de los pies, las manos y la cabeza es crucial. Piense que a la cabeza recibe el 50% de la circulación corporal, por lo que la pérdida de calor por ésta región es grande. Con las manos y pies ocurre algo similar, aunque en menor proporción.
Un doble par de medias de lana, mitones y por encima de ellos un par de guantes de nieve, que habrá que removerlos a la hora de disparar, solucionan el problema de las extremidades.
Al momento de comprar el calzado para el acecho recuerde probarlo con un doble par de medias en sus pies. Los mismos no deben de apretar el pie, ya que esto sólo lograría reducir el flujo sanguíneo, del cual depende la distribución del calor corporal.
La carcasa del ordenador, esto es la cabeza, será protegida por un gorro de piel con orejeras, tipo gorro ruso, una balaclava de lana a la cual se le puede añadir encima un buen gorro de abrigo, o simplemente por una balaclava y la capucha de la prenda exterior. Solamente deben de quedar expuestos los ojos, los orificios nasales y la boca, y ésta última mantenerla cerrada todo el tiempo, máximo sí la espera se realiza en compañía. El sonido de la voz humana solo logra espantar a los animales.
Éste sistema de capas es sumamente eficiente para retener el calor, pero en ocasiones no es suficiente. En esos casos lo que se hace es introducirse dentro de una bolsa de dormir para alta montaña tipo mummy (con la forma del cuerpo y no las rectangulares clásicas), con lo cual se soluciona el problema.
Sí tenemos calor, lo cual puede ocurrir al comienzo del acecho, o después de la salida del sol, se puede ir retirando las prendas por capas. Además, como en la caza de aguardo se llega hasta los apostaderos o muy cerca de ellos en vehículo, el transporte de todo éste voluminoso equipo no es un problema.
COMIENDO PARA SOBREVIVIR.
Una forma de generar calorías es comiendo en forma regular alimentos con alto valor calórico, sí es posible calientes, lo cual en los aguardos de más de 6 horas se convierte en una necesidad.
Dependiendo de las temperaturas y de las horas que uno espera mantenerse a la espera, dependerá la cantidad y el tipo de alimentación en el apostadero. Recuerde que la comida es no solamente una buena forma de generar calor, es algo que además le ayudará a pasar el tiempo agradablemente.
El problema puede ser resuelto con las clásicas tabletas de chocolate, fiambres y pan, sopas crema, te, café o chocolate caliente, o todo ello, dependiendo de la necesidad de calorías para mantenerse vivo y confortable.
En realidad no vale la pena entrar en detalles sobre el tipo de comida a llevar, ya que cada uno sabe que le agrada y las cantidades necesarias, pero sí hablaremos de dos cosas que resultan importantes, sobre todo para el que se inicia.
Lleve al apostadero lo que desee, pero asegúrese antes que tanto los envoltorios, utensilios para comer, termos y recipientes para la comida no hagan ruido al ser manipulados. Por la misma razón no lleve comidas duras que al ser partidas suenan como castañuelas. Es un pequeño detalle, pero el día que luego de 12 horas de aguardo pierda un jabalí por el ruido que hizo al desenvolver un caramelo todo el tema adquirirá un nuevo sentido para el frustrado cazador.
El otro tipo de comida a evitar durante el acecho son aquellas extremadamente perfumadas, como cebolla, ajo, naranjas, etc. El motivo para ello es obvio y no merece ser desarrollado.
Las bebidas calientes son una gran ayuda, particularmente aquellas ricas en calorías como las sopas crema o el chocolate. Pero el café y el te también ayudan, y nada le impide llevarse dos termos , uno con sopa y otro con café.
Lo que resulta un problema durante el aguardo es el alcohol. Primero porque produce una gran pérdida de calor por vasodilatación periférica. Segundo porque puede darnos sueño, y tercero por que lar armas y el alcohol son una mala mezcla. Ponga estos tres enunciados en el orden que desee, pero verá que por más que le de vueltas no es un buen negocio. Por lo tanto deje el trago para la vuelta, sí es que tiene algo celebrar.
Los calefactores.
Existen el mercado diferentes tipos de artefactos de calefacción individual, que van desde medias con pilas, y tabletas de carbón que se encienden dentro de recipientes especiales, hasta bolsas plásticas con químicos que pueden activarse y generan calor. Todos estos equipos se consiguen en las tiendas de deportes y no serán descriptos aquí. Baste con recordar que existen y que son sumamente útiles durante el aguardo.
EL AMPARO.
El refugio, particularmente la protección contra el viento es muy importante durante el acecho.
Cualquier artilugio que impida que el viento nos envuelva arrastrando nuestro olor resulta de ayuda, más aún sí esto ocurre en condiciones de mucho frío, en las cuales el viento hace que la sensación térmica sea aún menor.
Un cubículo ayuda a mantener el calor, y a evitar perder parte del mismo como cuando éste no encuentra el obstáculo de un techo. El refugio no tiene que ser forzosamente de paredes de cemento o madera, y se puede improvisar con troncos, piedras del lugar y tierra. Pero cualquier cosa que pare el viento será de utilidad, además de servir para ocultar aún más nuestros movimientos.
El refugio debe de contar con un lugar cómodo para sentarse, y una ventana mirando hacia el cebadero, el señuelo o la charca. La misma debe contar con una superficie plana y ancha donde apoyar el arma, los binoculares y la linterna, que son los elementos imprescindibles y de mayor uso durante el acecho.
El resto de las cosas se puede colocar en el piso, pero aseguradas de tal forma de que no puedan ser volcadas accidentalmente y hacer ruido. En los refugios de madera es imprescindible asegurarse de que la estructura no haga ruido al moverse.
En los refugios excavados en la tierra, como los pozo de zorro, se puede cubrir con una piel de oveja el suelo y el asiento para estar más cómodo e impedir la fuga de calor por contigüidad.
El techo de estos refugios se puede realizar con ramas que presenten hojas, troncos o una lona, pero siempre es conveniente techarlos, por el frío, por el peligro de ser venteado y por que ayudan a ocultar movimientos.
TÉCNICAS PARA EL CONTROL DE OLORES.
Intente llegar al apostadero dos horas antes del comienzo dl movimiento de los animales, trate de hacerlo sin ser visto y dejando la menor cantidad de rastros odoríficos posibles.
Si dispara desde el lugar deje transcurrir unos 20 minutos entre su disparo y el inicio de la búsqueda de la presa. No permita que los animales asocien el ruido del disparo con el lugar y un ser humano, porque para ellos esto es sinónimo de peligro, y Ud no desea educar a sus presas a sus costas.
El control del olor corporal es un tema delicado para muchos, y para otros totalmente carente de sentido. Lo bueno es que ambas filosofías presentan más o menos el mismo grado de éxito, de manera que tendrá que decidir en base a su experiencia en el lugar que es lo mejor para el mismo.
Algunos cazadores dejan durante días o semanas prendas personales alrededor del bunker o dentro de el para que los animales se acostumbren gradualmente al olor y le pierdan el temor. El día de la cacería simplemente se colocan la prenda y se aprontan en el lugar.
Lo opuesto, evitar dejar rastro alguno es algo que no tiene límites de hasta donde se puede llegar con ello. Muchos proponen botas y guantes de goma, desodorización total de las prendas, e incluso el uso de prendas capaces de controlar los olores corporales.
Una técnica común es lavar todas las prendas que se utilizarán durante la cacería, incluyendo guantes, gorros y medias, con algún jabón de lavar sin perfumes ni aditivos. Luego las prendas se secan al sol, para ser colocadas dentro de bolsas plásticas herméticas con bicarbonato en polvo, que atrapa todas las partículas odoríferas.
El día anterior a la cacería se remueven las prendas de la bolsa, se las sacude para retirar el bicarbonato, y se la vuelve a colocar dentro de otra bolsa hermética con hierbas del lugar recién cortadas.
Esas prendas se emplean después de un riguroso baño, también utilizando algún jabón barato sin perfumes y evitando que se contaminen con cualquier olor del campamento o de la casa.
Por lo general esto no es necesario para la caza de acecho del jabalí, pero sí durante la cacería de cérvidos, particularmente en aquellos lugares donde el contacto con los humanos es escaso o nulo.
Bien, éste ha sido un breve repaso al empleo y la supervivencia de los apostaderos. Esperemos haya sido de utilidad